Crónica de una doble tragedia de los cinco ganaderos en los llanos orientales
Por César Colmenares


En los llanos que dividen a Casanare de Arauca, donde el ganado pasta entre esteros y sabanas infinitas, cinco hombres emprendieron un viaje que parecía rutinario, aunque peligroso: cumplir una cita impuesta por la violencia. Era el 27 de marzo de 2025 y Betuel, Leonin y Adoran Barrera Sandoval, Emilio Cristancho Tarache y Leander Antonio Salamanca Peroza se desplazaban hacia zona rural de Arauca, no por negocios ni por placer, sino para responder a una exigencia extorsiva de las disidencias de las FARC.
Lo que encontraron en el camino no fue al grupo que los había citado, sino a otro: el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que los interceptó y, sin más, los privó de la libertad. En un giro tan paradójico como trágico, pasaron de ser víctimas de un grupo armado a ser rehenes de otro. Una captura inesperada, en medio de un escenario donde la ley del más fuerte se impone sobre la institucionalidad.
Cinco días después, el ELN confirmó el secuestro a través de un comunicado en el que afirmaba tener bajo “retención” a cinco personas que estarían siendo investigadas por supuestos vínculos con “estructuras mercenarias” que operan en el territorio.
Las acusaciones fueron recibidas con incredulidad y rechazo en Paz de Ariporo y Hato Corozal, donde los ganaderos son ampliamente conocidos por su trabajo en el sector agropecuario.
Las voces sumaron
Inicialmente, debido al temor, hubo silencio. Pasados los días y tras no tener noticias del paradero de los plagiados ni los móviles y autores del secuestro, familiares decidieron hacer pública la situación, buscando precipitar las reacciones y una reacción.
Desde el anonimato, inicialmente, familiares de los secuestrados compartieron detalles de la situación: los ganaderos habían recibido una citación por parte de las disidencias de las FARC para negociar una extorsión.
No era la primera vez y había motivos para temer y verse obligados a asistir: al menos una de estas familias ha sufrido varios secuestros extorsivos. De hecho, fueron bastantes las semanas en que se resistieron, pero las llamadas no cesaban y eran cada vez en un tono más fuerte.
Pero esta vez, no alcanzaron a cumplir el “acuerdo”. En el trayecto, el ELN los interceptó, acusándolos de colaborar con sus rivales. Una lógica de guerra que convierte al civil en blanco, al productor en sospechoso, al campesino en rehén.
A su voz se sumaron autoridades departamentales y líderes gremiales, que denunciaron la creciente presión de grupos armados sobre el sector productivo en la Orinoquía.
Gestión discreta y efectiva
Entre tanto, desde la absoluta discreción y silencio público, la iglesia católica, algunas instancias de gobierno Nacional y organizaciones humanitarias adelantaban gestiones ante el grupo armado ilegal para convencerlos de la necesidad de liberar a las víctimas.
Tras diez días de incertidumbre y presión pública, una misión humanitaria liderada por la Defensoría del Pueblo y la Diócesis de Arauca logró el 6 de abril la entrega de los cinco ganaderos en zona rural de ese departamento.
Monseñor Jaime Cristóbal Abril González confirmó que los liberados no presentaban señales de tortura ni maltrato físico, pero sí afectaciones emocionales por el cautiverio.
El ministro de Defensa, se pronunció tajantemente: “La vida es lo que más nos interesa y nos alegra enormemente que estén libres los cinco colombianos que habían sido secuestrados por el cartel del ELN en Arauca”, escribió en su cuenta oficial. La designación del ELN como “cartel” no fue un desliz retórico, sino una postura política clara frente a sus métodos.
En cifras, la Defensoría del Pueblo advirtió que ya van 51 casos de secuestro en Arauca solo en lo corrido de 2025. La cifra alarma, no solo por su magnitud, sino por la tendencia creciente y la impunidad que acompaña a estos delitos.
Los cinco ganaderos regresaron a sus hogares en Paz de Ariporo entre abrazos y llanto, pero también con el peso de haber sido doblemente víctimas: de las disidencias que los extorsionaban y del ELN que los secuestró. Su historia retrata con crudeza el drama de cientos de campesinos, ganaderos y comerciantes atrapados entre múltiples fuegos.
Entre dos fuegos
Esta situación no es nueva ni este grupo las primeras víctimas. En Casanare son muchas las personas que han sido sorprendidas con este tipo de “citaciones” y han tenido que emprender este viaje de zozobra con todos los riesgos asociados.
Y no saben qué hacer. Si denuncian ante las autoridades legalmente instituidas, se exponen a un operativo de captura de algún emisario de la guerrilla, pero no a la solución definitiva.
Si se doblegan y deciden asistir, pueden ser calificados por el otro grupo como simpatizante o miembros del opuesto.
Como sea, No eran colaboradores, ni financiadores. Eran y siguen siendo trabajadores del campo. Y fueron tratados como piezas de una guerra desigual, injusta y persistente.